24 agosto 2010

Alteraciones físicas, químicas y biológicas en el suelo producidas por un incendio.

 

Introduccion

Desde que existe la tierra firme, hace innumerables siglos atrás, existe el suelo, aquella primera capa de lo que denominamos litosfera, en la que, desde la aparición de las plantas, residen los pulmones del planeta. Más antiguo incluso que la tierra firme, es el fuego. A partir de éste, fue posible la aparición de la tierra. El planeta sobrevino un inmenso mar en llamas hasta que, inimaginables diluvios propiciaron su enfriamiento y posterior solidificación de un tercio del mismo. Este vasto terreno yermo, empezó a disgregarse y hacerse pedazos ante la acción de agentes físicos como el viento o agentes químicos como el agua, que cubría el resto del planeta. La vida no tardaría mucho en aparecer, y más adelante, las plantas aprovecharían el sustrato de tierra penetrable para asentarse y consolidarse, de esta manera los agentes biológicos pasaban a formar parte de la ecuación.
Con la vida vegetal en auge, una característica todavía hoy presente pasó a ser primordial en el sistema terrestre, los incendios forestales. Los incendios, acompañaron desde su nacimiento al reino vegetal, migrando hacia norte y sur para salvar glaciaciones varias, y, permitiendo para muchos de los organismos vegetales que poblaban por entonces la Tierra, su perpetuación. Los incendios fueron el implacable testigo que sobrevivía a extinciones, y, nunca como enemigo, continuaron siendo la herramienta fundamental del desarrollo de ecosistemas, del prevalecimiento de los organismos mejor adaptados, del devenir de un planeta cada vez más complejo.
Los incendios, aseguraron el equilibrio del sistema de erosión y deposición, permitiendo que las lluvias y aguas canalizadas, vientos y hielos, mares y océanos pertrecharan la modelación terrestre en aquellos lugares proclives. La alteración del suelo a partir de tales incendios, era clave para entender la dispersión tanto de animales (sobre todo herbívoros) como de plantas, sobre la superficie terrestre. Las características físicas y químicas del sustrato que mantenía la vida y modelaba el planeta, se veían acosadas por los cambios bruscos y esporádicos que los incendios traían consigo. En esos momentos reinaban las leyes “naturales”, y sin la presencia del hombre, los ciclos de renovación del suelo atendían a circunstancias obviamente bajo dominio de la sabia madre naturaleza. Por tanto, eran los incendios que hoy debemos diferenciar como naturales, aquellos que seguramente ocurrían de manera ocasional, los que configuraban las características de unos suelos u otros allí donde actuaban.
Ahora bien, aunque en el presente trabajo se analizará de manera generalizada, las alteraciones físicas, químicas y biológicas sufridas por los suelos debido a los incendios forestales, cabe decir que estos incendios, en buena parte tienen que ver con el hombre,  el clima y la vegetación, y no con causas naturales como por ejemplo la caída indiscriminada de un rayo (Tabla 1).
El clima, a lo largo de la historia de la Tierra, ha sido fundamental para entender el fenómeno natural de los incendios. Los incendios forestales naturales, como obviamente cabe pensar, no representan un aspecto importante en climas fríos. La existencia de un largo período seco con altas temperaturas (condiciones que implican normalmente una baja humedad relativa del aire) representa un factor de riesgo de incendio elevado, y este riesgo, se da sobre todo en climas como el mediterráneo, así que durante buena parte del trabajo, cuando se haga referencia a algún tipo de aspecto climático, estará en gran medida, relacionado con el mediterráneo.
A lo largo de su historia, la vegetación mediterránea ha tenido que enfrentarse a algunos problemas esenciales. De modo muy general, los agrupamos en cuatro categorías básicas: clima, recursos, pastoreo y fuego, además, desde luego, de la interacción en el seno de la propia vegetación y con los demás organismos. Cada una de estas categorías incide de diversos modos sobre la vegetación, pero hay también interacciones entre ellas (Esquema 1).
Los incendios forestales constituyen un grave problema en los países de clima mediterráneo, en los que la recurrencia de una estación anual seca y de altas temperaturas crea condiciones propicias para la iniciación y desarrollo del fuego en el monte. Las olas de calor y sobre todo los vientos de poniente con rachas de velocidad fuertes, unidos a temperaturas elevadas y una humedad relativa muy baja, puesto que estas masas de aire provienen del interior de la península, crean unas condiciones muy propicias para su propagación.

El fuego debe ser considerado como un factor intrínseco de nuestros ecosistemas; la vegetación de tipo mediterráneo ha recibido desde siempre y periódicamente la visita del fuego. En el desarrollo de los ecosistemas mediterráneos el fuego ha sido desde siempre un factor primordial. Su incidencia, de manera natural, ha contribuido a modelar este paisaje característico. En muchos casos, el factor fuego y los procesos subsiguientes de recuperación dan lugar al desarrollo de ecosistemas que dependen de su aparición periódica. Sin embargo la frecuencia y el régimen de incendios forestales han cambiado mucho en la historia de los bosques mediterráneos. Otro factor a tener en cuenta es la estación del año en la que se produce el incendio (Mapa 1). La frecuencia puede ser tan importante como la estación en la que se produce el incendio para determinar los efectos que va a tener el fuego sobre el ecosistema.
El clima mediterráneo, por una parte, favorece la acumulación de combustibles ligeros en el monte, constituidos por hierba seca y vegetación arbustiva, que se desarrolla abundantemente por la fuerte insolación que sigue a las lluvias primaverales; por otra, deseca ese combustible ligero hasta llegar a contenidos de humedad inferiores al 5%, lo que permite que cualquier pequeño foco de calor inicie un incendio. Los fuertes vientos desecantes que a veces se presentan en verano contribuyen al desarrollo del fuego.
 En España los incendios forestales son la causa de la pérdida de grandes superficies arboladas. Los daños que ocasionan al suelo suelen ser distintos según afecten a las partes más elevadas de los árboles, al matorral y herbáceas o incendios de piso en los que el suelo resulta aún más alterado.

Impacto general del incendio sobre el ecosistema
La eliminación de la cubierta vegetal implica una alteración en el microclima (o ecoclima) del bosque. La existencia de un bosque en comparación con un lugar descubierto provoca que su microclima sea: menos luminoso, con reducción de hasta el 90%; menos caluroso, con disminución de unos 4º C en la temperatura media anual; menos ventoso, con reducción de la velocidad del viento a la cuarta parte; más húmedo, con un aumento medio del 10%. En definitiva unas circunstancias diferentes y que, por tanto, permiten que la vida, tanto cualitativa como cuantitativamente, se desarrolle de forma distinta.
Los datos existentes sobre temperaturas en incendios son muy variados y están en función de distintas condiciones ecológicas, como son la densidad y distribución espacial de la vegetación, el microrelieve, la velocidad y dirección del viento, el tipo de suelo, la humedad del mismo y la vegetación.
Durante un fuego intenso, las temperaturas dentro de la masa forestal pueden ser de 1200-1400º C y a unos metros de la masa de combustión, la temperatura del aire oscila entre 100º C y 140º C. La temperatura en la superficie del  suelo va a depender principalmente del tipo de combustible, la cantidad y la humedad de éste.
La elevación de la temperatura del suelo, aunque éste sea un mal conductor, puede llegar a ser importante. Su valor depende, fundamentalmente, de la cantidad de material vegetal que se queme. En incendios forestales se han llegado a registrar temperaturas de 1004º C en la superficie y 320 a 2.5 cm de profundidad. Una temperatura entre 50-60º C mantenida durante 10 minutos supone la muerte de las células vivas y, por tanto, la destrucción de las comunidades biológicas edáficas. Las temperaturas que se lleguen a alcanzar en el suelo van a depender principalmente de la humedad de éste, del contenido de materia orgánica y del tiempo de residencia del fuego en cada punto concreto. Por tanto, la temperatura del suelo será mayor cuanto menor sea la velocidad de propagación del incendio.
La transmisión del calor se produce fundamentalmente por convección y radiación; la convección hace que los fuegos de superficie se transformen en fuegos de copas y produzcan corrientes de aire que contribuyen, junto con los vientos reinantes, a la propagación del incendio. La radiación aumenta la temperatura en los alrededores de los puntos de combustión, provocando así una desecación que favorece el progreso del incendio.
Como consecuencia del incendio, el suelo sufre el impacto de diversos factores, como son el calor, la destrucción de parte de la fauna y microorganismos, la exposición directa a los agentes ambientales al desaparecer la cubierta vegetal, la acumulación de cenizas y la modificación del microclima. El incendio, a través de estos factores, ejerce una acción traumática que modifica las propiedades del suelo en distinta medida según la frecuencia, tipo de fuego y situación edafológica y ecología particular de la zona.
Cuando un incendio es muy intenso, además de producirse la quema del carbono orgánico, se da una reducción del nitrógeno por combustión de sustancias orgánicas nitrogenadas y una mineralización de elementos fertilizantes contenidos en los residuos vegetales.
En áreas con clima mediterráneo y especialmente en aquellas zonas con mayores déficit de tipo estacional, la acumulación de materia orgánica es lenta, tanto por la escasa productividad de la biogeocenosis como por la más rápida mineralización de los restos orgánicos depositados en el suelo. Por estas razones, cualquier proceso que tienda a disminuir el contenido de materia orgánica y humus es francamente peligroso en lo que respecta a la estabilidad de los ecosistemas edáficos (pérdida de estructura, efecto protector frente a la erosión de la primitiva hojarasca, etc.). La pérdida de la cubierta vegetal, incrementa el riesgo de aceleración de los procesos erosivos.

Efecto de los incendios sobre el suelo
Las causas de la degradación de los suelos son varias. Entre ellas destacan los incendios forestales, éstos en España, recorren cada año, cerca del 1,1% de la superficie forestal total. Las plagas y enfermedades aumentan sus efectos en condiciones climáticas favorables para su propagación, y por abandono de actuaciones preventivas.
El suelo es un complejo sistema biológico que desde el punto de vista físico-químico está integrado por tres fases, sólida, líquida y gaseosa, en un estado de equilibrio dinámico pero frágil. La combinación adecuada de las mismas posibilita la existencia de una estructura adecuada que permite al ecosistema suelo desarrollar sus funciones.


La estructura del suelo es la pauta de ordenación que en cada caso adoptan los agregados individuales que constituyen  las unidades básicas de la estructura del mismo. El efecto principal de una estructura pobre sobre un suelo, se manifiesta por las consecuencias sobre la inestabilidad de la superficie, la compactación del suelo y la presencia de zonas anaeróbicas. La importancia de la estructura  es considerable: una estructura adecuada, no solamente favorece la aireación y permeabilidad del suelo permitiendo la penetración de las raíces, sino que también juega un papel importante en la resistencia del suelo a la erosión. Un suelo cuyas partículas estén adecuadamente ligadas entre sí resistirá mejor los efectos mecánicos de disgregación y arrastre provocados por la erosión hídrica y eólica. Los incendios forestales pueden provocar que los horizontes superficiales del suelo sean más frágiles.
Al hablar de la estabilidad de la estructura nos referimos a la resistencia de los agregados del suelo frente a acciones desintegradoras. Un aumento de la proporción de agregados estables se refleja en una mayor capacidad de retención de agua y por otra parte, la mejora de la estructura se traduce en una mayor resistencia del suelo frente a los agentes erosivos.
Por otra parte, el suelo debe disponer de gran cantidad de nutrientes en formas disponibles para las raíces de forma inmediata; es indispensable una reserva de elementos movilizables a medio y largo plazo a efectos del mantenimiento de la fertilidad y ello exige la presencia de una proporción equilibrada de materia orgánica, de valores adecuados para las propiedades físicas del suelo y del mantenimiento adecuado de sus propiedades biológicas.
El fuego modifica las propiedades del suelo, en mayor o menor grado, dependiendo de su intensidad y estas alteraciones repercuten en la fertilidad natural. La intensidad del fuego juega un papel en la liberación de nutrientes, y puede ser importante su repercusión a largo plazo en la productividad del suelo.

Efectos inmediatos
Combustion de los horizontes organicos
En general se pueden distinguir 3 capas o horizontes orgánicos, según su estado de descomposición:
-          Horizonte L: son las hojas aún enteras caídas durante el año.
-          Horizonte F: es la hojarasca fragmentada, parcialmente descompuesta.
-          Horizonte H: es la materia orgánica oscura y descompuesta, rica en humus.
Normalmente, los horizontes superficiales L y F se queman totalmente; en cambio, el horizonte H se puede quemar sólo parcialmente según la intensidad del fuego y de las características del sustrato.

Textura del suelo y fracción mineral: se han observado en zonas afectadas por el fuego, aumento de partículas gruesas, como arenas y gravas y disminuciones por tanto en los contenidos de partículas finas como arcilla y limo inmediatamente después del fuego.
Agregados estables: la formación de agregados estables juega un importante papel en los procesos de génesis de suelos ya que influyen en características tan importantes para el suelo como son la infiltración y la aireación.
La estabilidad estructural se convierte tras los incendios, debido a la eliminación de la cubierta vegetal y la hojarasca, en la característica clave en la gestión del agua y la pérdida de nutrientes y materiales del suelo.
Cambios cualitativos en la materia organica del suelo
En función de la intensidad del fuego, la materia orgánica experimenta diferentes transformaciones cualitativas y cuantitativas con diferentes repercusiones ecológicas.
El contenido de materia orgánica suele decrecer tras un incendio de alta intensidad si el fuego ha afectado directamente a los horizontes más superficiales de éste, sin embargo en incendios de baja intensidad, el contenido de materia orgánica del suelo se puede ver incrementado por el aporte de material vegetal semipirolizado.
La materia orgánica es un componente esencial del suelo, dado que mejora de forma importante las propiedades físicas, químicas y biológicas del mismo. Juega un importante papel en el establecimiento y mantenimiento de la estructura del suelo al actuar como agente cementante de las partículas, aumentando la estabilidad estructural por el incremento de agregados órgano-minerales, que se debe tanto al aumento de los porcentajes de materia orgánica, indispensables para su génesis, como al de los cationes de cambio que actúan de enlace entre arcilla y materia orgánica. De este modo aumenta la estabilidad de la estructura y, por lo tanto, disminuye la acción destructiva de la erosión.
La combustión de gran parte de la materia orgánica repercute negativamente sobre las características edáficas; si bien aumenta la cantidad de nutrientes utilizables, también hay que tener en cuenta que éstos elementos serán arrastrados por el agua con mayor facilidad (Esquema 3), ya que con la pérdida de materia orgánica disminuye también la capacidad del suelo para almacenar nutrientes. Los flujos de éstos son severamente afectados por el fuego, produciéndose un desequilibrio de los ciclos biológicos cuyo restablecimiento puede ser más o menos largo, dependiendo de las circunstancias particulares de cada situación. También es importante señalar que no sólo la combustión de la materia orgánica produce cambios en ésta. La simple sequedad debida a la pérdida de la humedad del suelo provocada por el incendio, causa modificaciones químicas en la materia orgánica, haciéndola más fácilmente mineralizable.
La disminución de la materia orgánica del suelo genera condiciones que, en conjunto, son adversas para el desarrollo de la nueva vegetación colonizadora de la zona quemada.
El fuego provoca una evolución del humus, aumentando los compuestos de mayor grado de transformación y disminuyendo los menos evolucionados. El grado de estabilidad y condensación de las fracciones húmicas aumenta, lo que se traduce en una mayor resistencia a la descomposición biológica. La relación C/N se ve alterada, aumentando a medida que la temperatura alcanzada es más elevada.
Cambios en el pH
En los incendios la acidez del suelo se ve reducida debido al aporte de cationes (Ca, Mg, K, Si y P) así como determinados microelementos, óxidos y carbonatos contenidos en la cama de cenizas. El humedecimiento de las mismas produce la hidrólisis de los cationes básicos contenidos en ellas y, consecuentemente, la elevación del pH.
Generalmente la variación del pH del suelo irá relacionada a la intensidad del incendio:
§      Incendios de baja intensidad: la combustión de la materia orgánica es muy baja, cambios en el pH son insignificantes.
§      Incendios de alta intensidad: la combustión de la materia orgánica es muy alta, el pH del suelo puede llegar a aumentar mucho (4 ó 5 unidades) debido, fundamentalmente a la pérdida de grupos –OH de los minerales de la arcilla y a la formación de óxidos.
El pH influye en la actividad de los microorganismos de tal modo que en los suelos con pH ácido, la materia orgánica se descompone más lentamente y disminuye el aporte de los nutrientes en ella retenidos por su baja velocidad de mineralización. Los aumentos de pH pueden favorecer la actividad de los microorganismos y, por tanto, los procesos relacionados con ellos; sin embargo, la variación del pH también puede dar lugar a problemas de nutrición vegetal, al impedir la asimilación de algunos nutrientes.

Efectos sobre la fauna edafica
La destrucción de los horizontes orgánicos por el fuego lleva asociada una pérdida importante del número y la diversidad de la mesofauna edáfica. Según distintos estudios se observa una disminución generalizada de la densidad de microartrópodos en todo el suelo, aunque es más acusada en los horizontes superficiales.
Después del fuego, se produce un incremento de las poblaciones de ácaros en perjuicio de los colémbolos en las áreas quemadas, de manera que la relación ácaros / colémbolos puede ser considerada indicadora del grado de alteración producido por el incendio.

Efectos sobre los microorganismos del suelo
El fuego produce normalmente un efecto letal inmediato tras su paso sobre las poblaciones de microorganismos que son afectadas directamente por éste, y un efecto más significativo en su hábitat. Inicialmente la biomasa microbiana puede verse reducida drásticamente en el horizonte más superficial del suelo.
La actividad microbiana se ve favorecida o inhibida según la temperatura del suelo. En este sentido, éste será el efecto más directo e inmediato que tendrá el fuego sobre los microorganismos del suelo.
Los incendios forestales modifican las poblaciones de microorganismos edáficos y su actividad en el suelo. Generalmente se suelen encontrar disminuciones de la biomasa microbiana tras el paso del fuego. La mayoría de los microorganismos del suelo son muy sensibles a los cambios de temperatura, humedad y nutrientes, y estos parámetros son alterados por los incendios.
La normalización de las poblaciones microbianas y ciclos de nutrientes es crítica para la restauración de áreas quemadas en regiones climáticas en las cuales se producen incendios forestales de alta intensidad durante el verano y el otoño.
Los hongos junto con los actinomicetos y las bacterias, juegan un papel muy importante en la descomposición de los residuos orgánicos y, por tanto, en los ciclos de nutrientes.

-   Los hongos son aerobios y soportan bastante bien las temperaturas bajas y pH ácido. En este sentido, los incendios forestales pueden provocar indirectamente un descenso en el número de hongos como consecuencia del incremento del pH que se produce. El número de hongos por gramo de suelo suele estar del orden de 106.
-   Los actinomicetos, aunque desde el punto de vista sistemático forman parte de los llamados hongos imperfectos, en microbiología del suelo se estudian por separado de los hongos ya que su ecología y su papel es muy distinto al de aquellos. El número en el que se suelen presentar está entre 15 y 20 millones por gramo de suelo. Al igual que los hongos descomponen con facilidad los productos originales, y también ejercen un papel positivo en la síntesis de estos productos descompuestos; no realizan la mineralización progresiva del humus. Generalmente son aeróbicos, aguantan relativamente bien la sequía, prefieren climas templados o cálidos y suelos con valores de pH comprendidos entre 6 y 8.
-   Las bacterias se encuentran en un número muy superior, hasta 60-80 millones por gramo de suelo. En el suelo existen bacterias aerobias, anaerobias facultativas y anaerobias. Prefieren suelos húmedos, con un pH comprendido entre 6 y 8 y son claramente mesotérmicas con su óptimo de temperatura comprendido entre 21 y 38º C. Por lo general, inmediatamente después del fuego, la población bacteriana existente en la cubierta vegetal próxima al suelo se reduce, pero este efecto depende de la intensidad y duración del fuego. Sin embargo, al poco tiempo por cambios abióticos que han tenido lugar se suelen producir incrementos explosivos de bacterias, en momento en los que la humedad es alta, motivado por un aporte de nutrientes por parte de las cenizas, aumento del pH (este efecto será más exagerado si el suelo en el que se ha producido el incendio era ácido) y por un aumento de la temperatura del suelo, como consecuencia de una mayor radiación al carecer de vegetación y de absorber más calor debido en los casos de cenizas de color oscuro.

Cambios en las propiedades fisicas del suelo

Los incendios forestales alteran el acoplamiento de las partículas minerales con la materia orgánica en los primeros centímetros superficiales del suelo, y por tanto, pueden modificar las propiedades que dependen de la agregación de partículas, como por ejemplo la conductividad eléctrica y la infiltración del agua.
Por debajo de 200º C, el calentamiento del suelo tiene poca incidencia sobre la agregación de las partículas, ya que los coloides húmicos no quedan destruidos ni las arcillas se ven sometidas a deshidrataciones completas. Por tanto, en incendios suaves, la estructura del suelo no queda muy afectada. Además, en suelos ácidos, las lixiviaciones de las cenizas pueden contribuir a flocular las arcillas y a mejorar la estabilidad de los agregados.
A temperaturas elevadas (> 350º C), temperaturas que muy raramente se consiguen en los 2,5 cm del suelo mineral, los resultados no son tan concordantes. La destrucción de la materia orgánica por combustión debilita los agregados órgano-minerales de la superficie, de manera que los suelos son susceptibles a la erosión. Según algunos autores, la deshidratación de las arcillas reduce la plasticidad de los agregados y los hace más vulnerables a la erosión. Por el contrario, a temperaturas superiores a los 460º C se puede producir una calcinación parcial de los minerales que provoca una cimentación de las partículas de arcilla y limo, de manera que la textura del suelo queda modificada. En este proceso de cimentación intervienen los óxidos de hierro y de aluminio que hacen que aumente la estabilidad de los agregados en el agua.
En cuanto a la conductividad eléctrica, la incorporación y el incremento de cenizas minerales produce un aumento notable de la salinidad del suelo, ya que solubiliza iones que previamente estaban inmovilizados. Como no suele alcanzarse niveles excesivos de salinidad, podría suponerse que ello mejora la fertilidad mineral del suelo; sin embargo existen niveles máximos de nutrientes utilizable de la disolución del suelo, por encima de los cuales la absorción de nutrientes puede ser inhibida por problemas antagónicos surgidos de la acumulación de elementos minerales. También hay que considerar que el equilibrio iónico en la disolución del suelo puede verse alterado al incrementarse selectivamente la concentración de algunos de ellos. Por ello, el aumento de salinidad, dentro de límites no fitotóxicos, no puede considerarse por sí mismo como una indicación de aumento de fertilidad. Además, estas sales, al encontrarse en la disolución del suelo, pueden ser lavadas fácilmente por el agua de lluvia y, probablemente, en un plazo más o menos largo, disminuirá su proporción en el suelo.

Efectos de las primeras lluvias
Lixiviacion de nutrientes

Después del fuego es habitual que aumente la lixiviación de nutrientes en comparación con zonas no quemadas. En muchos casos, la mayoría de nutrientes lixiviados de las cenizas quedan retenidos en los primeros 20 cm de suelo. La lixiviación de nutrientes del suelo depende de su concentración en las cenizas, de la absorción por las plantas, de la capacidad de adsorción del humus y las arcillas y del agua que se drena a través del suelo. Las pérdidas más importantes corresponden al nitrato, debido al aumento de las tasas de nitrificación un tiempo después del incendio.

La erosion
En el clima mediterráneo, los fuegos de verano, que son los más frecuentes, dejan el suelo desnudo delante del alto riesgo de lluvias torrenciales de otoño. Con las lluvias, el suelo puede ser erosionado de diversas maneras:
§Destrucción de la cubierta vegeta y de los horizontes orgánicos, dejando el suelo desprotegido del impacto de las gotas de lluvia, es el inicio de la erosión.
§La capa de cenizas, que tiene una densidad muy baja, se la lleva el viento o el agua.
§La disminución de la capacidad de infiltración en los primeros centímetros, debido al taponamiento de los poros y la degradación de la estructura, lo que provoca, el aumento del volumen de escolamiento superficial y la capacidad de transporte de sedimentos.

Efectos a medio y largo plazo
Alteracion del ciclo de la materia organica

Como hemos comentado anteriormente, la pérdida de carbono durante el incendio es proporcional a la pérdida de combustible.
Con la recuperación de la vegetación, el suelo desnudo se va recubriendo y comienzan a diferenciarse los nuevos horizontes orgánicos, de manera que se restablece en el suelo el ciclo de la materia orgánica y de los nutrientes. La velocidad de recuperación depende de la aportación de hojarasca al suelo, y de la tasa de descomposición de esta hojarasca.
Los micronutrientes sufren modificaciones tanto en su contenido (aumentan) como en la forma en que se presentan, tras los incendios forestales. El aumento de su contenido se debe al aporte de elementos por la incineración de la vegetación y por las modificaciones que se producen en la materia orgánica del suelo. Un ejemplo de ello es el manganeso, que es un elemento claramente diferenciador de los suelos afectados por el fuego. El Mn, en altas concentraciones, puede ser, fisiológicamente, tóxico para la vegetación, y presenta antagonismo con el Fe, lo que puede provocar carencias en éste último. El Mn después del incendio se encuentra en forma reducible mayoritariamente. Otro problema añadido es el hecho de que un aumento en la concentración de Mn disponible dificulta la asimilación de NO3- y de fósforo por las plantas.
El fuego, por tanto, altera los ciclos biológicos y la estabilización del estatus nutritivo sólo tendrá lugar cuando se restablezca una vegetación densa, capaz de absorber los nutrientes disueltos en el suelo mineral, reduciendo así las pérdidas por lavado. La descomposición de los restos de esa vegetación incorporará nuevamente los nutrientes al ciclo global.

El nitrogeno
El fuego interrumpe los ciclos de los nutrientes y particularmente el del nitrógeno sufre también modificaciones importantes.
§      Efectos directos del fuego: volatilización y oxidación del nitrógeno orgánico acumulado en el humus.
§   Efectos indirectos del fuego: alteraciones de las propiedades físicas y químicas que condicionarán las transformaciones del nitrógeno.
A consecuencia del fuego, la materia orgánica se descompone y libera iones amonio que contribuyen a aumentar la cantidad de nitrógeno utilizable. Algún tiempo después del incendio, aumenta el contenido en nitratos del suelo, como resultado del incremento de la actividad bacteriana que se produce al aumentar el pH, la cantidad de nutrientes y la temperatura del suelo favorecida por el oscurecimiento de la superficie provocado por las cenizas.
El fosforo
El contenido de fósforo disponible para las plantas, en general, aumenta tras los incendios forestales debido a la transformación de fósforo en forma orgánica a fósforo inorgánico, y a la incorporación de cenizas producto de la combustión de la vegetación.
Este incremento de fósforo en forma asimilable es el responsable de la pequeña fertilidad que presentan los suelos tras los incendios.

La capacidad de intercambio cationico
Si el fuego actúa directamente sobre el suelo, la reducción en los porcentajes de materia orgánica se traduciría, además, en un descenso de la capacidad de cambio en proporción más o menos directa a dicha reducción. Se puede observar, de modo general, una buena correlación entre la cantidad de materia orgánica y la disminución de la capacidad de intercambio catiónico. Así, parte de los cationes liberados no podrán ser retenidos en el complejo adsorbente, siendo más fácilmente lixiviados hacia horizontes profundos en el perfil del suelo o arrastrados sobre el suelo desnudo por el agua tras las primeras lluvias. El resultado final será, probablemente, un empobrecimiento del suelo ya que, aunque existan más nutrientes en la disolución, habrá disminuido la capacidad de mantener reservas de los mismos.
§      Incendios de baja intensidad: aumenta la capacidad de intercambio catiónico, relacionado posiblemente con la liberación de cargas procedentes de complejos órgano-minerales.
       §       Incendios de alta intensidad: disminuye la capacidad de intercambio catiónico, determinado fundamentalmente por el humus.
Conclusiones
Sin lugar a dudas, es muy complicado el establecer, de manera específica, las alteraciones físicas, químicas y biológicas que un suelo en particular pueda sufrir. Esto es así, por la gran diversidad de suelos y de sus características. De todas formas, a nivel general (quizás orientado en parte al caso mediterráneo), podemos concluir lo siguiente:
    I.   Las alteraciones físicas, químicas o biológicas que se puedan dar en un suelo debido a un incendio, dependerán principalmente del tipo de suelo y, de las condiciones bioclimáticas del mismo.
  II.   El gradiente de temperatura que llegue a registrar el suelo durante un incendio dependerá de: la humedad de éste, la cantidad de biomasa vegetal y su humedad, la velocidad con que el fuego se propaga y el tiempo de residencia de las llamas.
III.   Los incendios intensos, que llegan a penetrar a mayor profundidad en el suelo, son los que lo afectan más negativamente. Así, la pérdida de materia orgánica y la reorganización en la distribución en el tamaño de agregados, provoca alteraciones físicas. Los agregados de menor tamaño son los más afectados, produciéndose una reducción significativa de esta fracción.
  IV.   Con la desaparición de la cubierta vegetal en un incendio superficial, el suelo pierde materia orgánica, disminuye su contenido en nitrógeno y se altera su estructura, con lo que el tiempo  necesario para la reaparición de nueva cubierta se alarga. De esta manera, el suelo queda mucho más tiempo expuesto al viento, lluvias y otros agentes erosivos, por lo que el riesgo de potencial de degradación y desertización de estas zonas aumenta.
    V.   La disponibilidad de fósforo aumenta tras el paso de un incendio, debido básicamente a las transformaciones del fósforo en forma orgánica a inorgánico, y al fósforo que ha sido aportado por las cenizas. Esta mayor disponibilidad de fósforo provocará el favorecimineto de la regeneración en las primeras etapas tras el incendio.
  VI.   Al igual que ocurre con el fósforo, el nitrógeno aumenta en su fracción amoniacal y en contenido en nitratos, mientras existe una disminución o pérdida del nitrógeno orgánico. No obstante, el balance global de incendios de moderada intensidad es de una pérdida de nitrógeno en el suelo.
VII.   La escasa conductividad del fuego en condiciones de cierta humedad, evita la pérdida de biomasa microbiana por efecto directo del fuego, sin embargo, la alteración indirecta de condiciones microclimáticas y edáficas modifica la relación biomasa bacteriana / biomasa fúngica.
VIII.   En incendios de alta y moderada intensidad se producen incrementos en la conductividad eléctrica tras el paso del fuego (Kwari & Batey, 1991). Las condiciones climáticas, en especial el régimen pluviométrico, así como la orografía, van a marcar la evolución del contenido en sales tras el incendio (contenido que refleja en la conductividad).
IX .El tiempo de recuperación del pH original del suelo tras un incendio dependerá de: la intensidad del incendio, el pH original, cantidad y naturaleza de las cenizas aportadas, contenido de materia orgánica y la capacidad tampón del suelo.
BIBLIOGRAFIA
Ø  Alzina, J. & Crespí, S. & Sureda, J. 1985.- Els boscos de les Illes Balears. La problemática dels incendis forestals. Caja de Baleares “Sa Nostra”.
Ø  Terradas, J. 1996.- Ecología del foc. Proa. Barcelona.

Fuentes en la red
·http://www.mma.es/secciones/cambio_climatico/documentacion_cc/historicos_cc/pdf/12_3_riesgos_naturales_2.pdf
· http://www.creaf.uab.es/ecophysiology/pdfs%20grup/pdfs/pdfs/valladaresetal2005E.pdf
· http://www.caib.es/ibae/dades/catala/territori.htm
· http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/35794929090246729754491/003971_3.pdf
· http://156.35.47.1/Documentos/EcologiaImpactoAmbiental/Shared%20Documents/Tema%201.pdf
· http://da.montes.upm.es/seminarios/rural/incendioscat.htm
· http://webpages.ull.es/users/jnotario/CSCA/General/Soilfire.htm
· http://opengis.uab.es/wms/iberia/mms/index.htm

EL SISTEMA URBANO JAPONÉS : LA MEGALÓPOLIS NIPONA DESDE EL PUNTO DE VISTA DEMOGRÁFICO Y DE LA TECNOLOGÍA URBANA.

EL SISTEMA URBANO JAPONÉS : LA MEGALÓPOLIS NIPONA DESDE EL PUNTO DE VISTA DEMOGRÁFICO Y DE LA TECNOLOGÍA URBANA.
Carlov M. Zaroti.





Resumen.
Cuando pensamos en Japón, nos viene a la mente la imagen de un país altamente tecnológico y desarrollado. Desde hace cosa de un siglo, la sociedad nipona ha portado el estandarte tecnológico a nivel mundial, pero es tras la segunda guerra mundial, cuando utiliza sus avances en diferentes campos para consolidar uno de los sistemas urbanos más complejos y desarrollados del mundo: la megalópolis japonesa.
Palabras clave : shinkansen, densidad de población, concentración espacial, 2ª guerra mundial.

Abstract.
When we think of Japan, comes to mind the image of a country highly technological and developed. For something of a century, Japanese society has carried the banner technology globally, but it was after the Second World War, when it uses its progress in various fields in order to consolidate one of the most complex urban systems and developed nations in the world: the megalopolis Japanese.
Keywords : shinkansen, population density, space concentration, 2nd World War.

Resum.
Quan pensem en el Japó, ens vé a la ment la imatge d’un país altament tecnològic i desenvolupat. Des de fa cosa d’un segle, la societat nipona ha portat l’estendard tecnològic a nivell mundial, però és després de la segona guerra mundial, quan utilitza els avenços en diferents camps per consolidar un dels sistemes urbans més complexos i desenvolupats del món: la megalòpoli japonesa.
Paraules clau : shinkansen, densitat de població, concentració espaial, 2ª Guerra Mundial.

LA MEGALÓPOLIS JAPONESA

Desde su aparición, alrededor del año 3000 a.C., las ciudades han sido el centro natural de todo lo importante. Si fijáramos una línea de tendencia en la evolución del tamaño y  la complejidad de las mismas, observaríamos que es en el último siglo, en el que las ciudades han pegado su estirón. Las ciudades y las redes urbanas que éstas forman, deben entenderse dentro del contexto territorial al que pertenecen. Para el caso en particular, es indiscutible, que el sistema urbano japonés ha seguido un camino bien diferenciado del resto de sistemas occidentales en cuanto a los procesos espaciales se refiere. En Japón, es difícil observar pautas desconcentradoras y descentralizadoras, así como tampoco una dispersión de las actividades, no surgen nuevas regiones o subsistemas. Nos encontramos frente a un país que apuesta por las economías de aglomeración desoyendo las políticas institucionales que preconizan la dispersión del sistema.
Según datos ofrecidos por la ONU, en la actualidad, Japón cuenta con una población de casi 128 millones de habitantes, teniendo en cuenta que un 70% del territorio es montañoso, es increíble que la población que vive en ciudades alcance el 85% del total en términos occidentales y un 65% según la ONU para el 2005, teniendo en cuenta que las ciudades se cuentan a partir de 30000 habitantes en el país nipón. Las estimaciones, son que lejos de estabilizarse la población urbana japonesa seguirá creciendo, eso sí, a un ritmo asequible, nada que ver con lo que en los países subdesarrollados ocurre. Pero todavía más notable que el porcentaje de población urbana nipona, es la densidad que llegan a alcanzar las poblaciones en la megalópolis japonesa, constituida por  tres grandes focos prácticamente pegados : Tokio, Osaka y Nagoya.
El término megalópolis fue introducido por el geógrafo Jean Gottmann en la década de 1960. Se refiere a un continuo urbano de considerable extensión (cientos de kilómetros) originado como consecuencia del crecimiento de una ciudad hasta tomar contacto con el área de influencia de otra ciudad y así sucesivamente. Este crecimiento se produce en cada ciudad por la concentración de actividades y población a expensas del espacio circundante, y se encuentra favorecido por los nuevos medios de comunicación y transporte. Aunque no se establece claramente  a partir de qué cifra de población puede considerarse megalópolis, el umbral de los 20 millones (P.Hall en 1966) parece suficientemente elevado.
A nivel planetario existen característicamente en las regiones más desarrolladas, a parte de en Japón, las hay en los Estados Unidos ( Boswash-desde Boston a Washington D.C. reúne una población aproximada de 50 millones de personas-, Chippits-entre Chicago y Pittsburg con una población de en torno a 20 millones-), en Europa (Londres/Leeds-con más de 30 millones de habitantes- o Renana-a lo largo del Rin con unos 33 millones-).

Breve repaso a la evolución urbana japonesa



Aunque podríamos establecer el punto de partida a finales del siglo XIX, y de hecho los datos y gráficas (gráfica 1) que se mostrarán hacen referencia también a este período, la importancia del sistema urbano japonés adquiere verdadera relevancia tras la segunda guerra mundial.

Un primer aspecto fundamental es el contraste existente entre las áreas metropolitanas de Tokio y Osaka con el resto de ciudades de rango inferior. En estas dos AA.MM la concentración del empleo terciario fue en aumento en las décadas de los 50 y 60, en los 70 representaban el 45% del empleo nipón y las funciones directivas fueron concentrándose paulatinamente en las dos áreas.


En segundo lugar, asistimos a un cambio drástico en la dimensión rural. Si en 1950 aparece como primer componente, en los 60 ya ha sido relevada al cuarto lugar y desaparece en 1970, esto es, un claro ejemplo de lo rápido que avanzaba el proceso de urbanización. En la gráfica 2, observamos como a partir de la década de los 50 la población urbana comienza a aumentar significativamente.
Tercero, como resultado de esta disminución en la importancia agrícola japonesa, las actividades industriales, que ocupaban el tercer lugar en 1950, aparecen en el marco económico de muchas ciudades niponas, sosteniendo una correlación inversa con la funciones comerciales, lo que significa que estamos ante un proceso de especialización en dos tipos de ciudades, las industriales y las comerciales (Ferrer Regales, 1992).
En cuarto lugar, la enorme importancia que los medios de transporte han jugado el en proceso urbanizador nipón, siendo el ferrocarril el emblema de la superación tecnológica oriental. En octubre de 1964, los Ferrocarriles Nacionales Japoneses (JNR) completaron el primer ferrocarril de alta velocidad del mundo, entre Tokio y Osaka: la Nueva Línea Tokaido, de 515 km , unía las dos ciudades a velocidades superiores a los 200 km/h. En la actualidad, todo Japón está conectado a líneas ferroviarias de alta velocidad o “shinkansen”.
Análisis demográfico de la megalópolis japonesa

Como muestra la gráfica 1, el número de ciudades sufrió un considerable aumento a partir de 1950. Si ese mismo año se contabilizaban un total de 206 ciudades, cinco años más tarde, en 1955, ya eran 496, es decir, se duplican. Así mismo, en la tabla 1 observamos que la población urbana sigue el mismo patrón de duplicación, en 1950 Japón sobrepasaba los 31 millones de habitantes urbanos (37% del total), en 1960 el porcentaje de población urbana prácticamente se había duplicado.

En lo referente a la megalópolis, en primer lugar se ha de comentar la diferente toponimia usada para identificarla. Desde que Gottman propusiera el neologismo en la década de los 60 las megalópolis japonesa ha ido variando su denominación, desde denominaciones a partir de las tres ciudades más importantes (Tokio, Nagoya y Osaka) u otras a partir del nombre de la región (Región de Kanto y Región de Kinki). En el mapa 1 se muestran las áreas que conforman la megalópolis nipona. En esta comunicación he preferido adoptar dos topónimos (Kanto y Kinki) que definirán la megalópolis japonesa.

La megalópolis de Kanto (mapa 2) está compuesta por cinco prefecturas (Saitama, Tokio, Kanagawa, Shizouka y Aichi) cuyas ciudades principales son Tokio y Nagoya. Engloba a su vez prefecturas de dos regiones japonesas, la región de Kanto que da nombre a la megalópolis y donde se encuentra la capital del país, y la región de Chubu que incluye las prefecturas de Shizouka y Aichi cuya capital es Nagoya.

La megalópolis de kinki (mapa 3) se compone de siete prefecturas, las cuales coinciden con la propia región de Kinki. Destacan aquí dos ciudades sobre el resto, Osaka y Kyoto. Está megalópolis, contacta físicamente formando un continuo urbano con la megalópolis de Kanto, puesto que la prefectura de Mie colinda con la  de Aichi.

La gran megalópolis japonesa representa casi la mitad de la población de todo el país. Para concretar más, la megalópolis de Kanto alberga una población urbana de más de 38 millones de personas, es decir, un 30% de la población total de Japón (gráfica 3). Por su parte, la megalópolis de Kinki concentra a casi un 18% de la población total sobrepasando los 22 millones de habitantes.
Ahora bien, en la megalópolis de Kanto la prefectura que mayor población aglutina es sin duda la de Tokio con más de 12 millones de habitantes, casi una tercera parte del total de la megalópolis. Mientras, en la megalópolis de Kinki, son dos prefecturas las que destacan sobre el resto, Osaka con casi nueve millones de habitantes y Hyogo con 5,5 millones.


A partir de los datos que ofrece el gobierno nipón, podemos establecer la evolución de estas megalópolis desde el año 1884 hasta el 2000 en cuanto a su población se refiere. No obstante, es importante reseñar que si nos acogemos a la cifra de 20 millones de habitantes como umbral a partir del cual considerar una región urbana como megalópolis, hemos de destacar dos fechas principales: Kanto sobrepasó esta cifra en 1956 según datos del gobierno nipón (gráfica 4) y Kinki en 1974 cuando Kanto ya alcanzaba los 31 millones (gráfica 5). Sin lugar a dudas, fue la instauración del la línea de ferrocarril de alta velocidad entre Tokio y Osaka en 1964, lo que propicio el desarrollo de este continuo urbano antes mencionado.

La densidad de población: ciudad concentrada.




Si tenemos en cuenta, que según datos estadísticos del gobierno japonés, la población urbana en 2000 ascendía al 78,68% del total (tabla 1), podemos extraer que el 61% de esta población urbana se concentraba en las megalópolis de Kanto y Kinki, lo que significa en cifras absolutas que de las casi 100 millones de personas que en 2000 vivían en espacios urbanos, 61 millones lo hacían en ambas megalópolis. Además, de todos los espacios urbanos presentes en la megalópolis nipona, Tokio destaca de manera increíble, ya que de los 61 millones 12 residen en la prefectura que ostenta la capital del país. Ya de por sí, Japón en general, es un estado con una elevadísima densidad de habitantes por kilómetro cuadrado. En la actualidad, Japón ronda una cifra de densidad de 350hab/km2 (gráfica 6). No obstante, si concretamos más la densidad según el tipo de área tendríamos que en el contexto espacial de las ciudades, 671 en todo el país, la densidad asciende hasta los 943hab/km2. En las áreas rurales la densidad desciende de forma significativa hasta los 102hab/km2.









En cuanto a las prefecturas que conforman la megalópolis japonesa, sólo la de Wakayama posee valores inferiores a los 300hab/km2. Shiga, Mie, Nara y Shizouka poseen valores entre 300 y 500hab/km2. El resto, alcanzan cifras superiores a los 500 (mapa 4), excepto Hyogo y Kyoto que no sobrepasan los 700, las demás prefecturas superan los 1200 y tres de ellas poseen valores de densidad por encima de los 3500hab/km2.
Ya a escala de ciudades, vamos a analizar las tres que han dado nombre en diferentes épocas a la megalópolis: Tokio, Osaka y Nagoya (mapa 5). En el siguiente mapa podemos observar las densidades de población de estas tres áreas urbanas para el año 2000, con valores diferenciados entre el día y la noche, lo que nos sirve para destacar los fuertes movimiento de conmuting o pendulares de la población. Así, vemos claros contrastes a lo largo de 24 horas, donde la población se concentra de día en el centro urbano




 alcanzando densidades mayores a los 20000hab/km2, y de noche esta población que claramente se había desplazado al centro a trabajar, comprar, al colegio, etc, vuelve a dispersarse hacia las zonas más externas (sobre todo las pericéntricas) donde residen.




















Problemáticas demográficas derivadas de la megalópolis y ventajas de su concentración.









La concentración de la población en las ciudades a partir de la segunda mitad del siglo XIX es el fenómeno demográfico más llamativo y de mayor trascendencia social y económica en las diferentes regiones del mundo (J. Vinuesa, 1993). No obstante esto, el los últimos 50 años los procesos de concentración de la población en grandes ciudades arrojan toda una serie de problemas derivados de los rápidos crecimientos de población. Aunque esto es más aplicable a países en vías de desarrollo, y sobretodo en la actualidad, Japón afrontó estos mismos problemas a partir de su enorme crecimiento tras la segunda guerra mundial.
En el momento de consolidación de la idea de megalópolis  japonesa es cuando se hace palpable un primer difícil problema, la separación de lo urbano y lo rural. La creciente movilidad a la que se asistió fue creando cada vez un territorio más amplio, contiguo a las áreas metropolitanas, con fenómenos de convergencia de modos de vida rural y urbanos, siendo estos últimos los predominantes (J.Friedmann y J.Miller, 1965).
Económicamente, el primer problema que aparece con el rápido crecimiento de población es el fuerte incremento de demanda de bienes de oferta poco ajustable por decirlo de alguna manera. Esto es, crece brutalmente la demanda de suelo urbano, la demanda de viviendas que puedan acoger a la población entrante, servicios sociales que atiendan a esta población, equipamientos públicos a su servicio, etc.
Demográficamente, la dinámica de creciemiento urbano dio lugar a unas poblaciones caracterizadas por tener una gran creciemiento vegetativo, desequilibrios en la composición por grupos de edades y sexo, dificultad de incorporación a un sistema económico desconocido, conflictividad en la adaptación a un medio que en un principio se identifica como hostil o por ejemplo exigencia de rentas más altas para adoptar el nuevo modo de vida de la ciudad compacta.
Por otro lado, el hecho de concebir un modelo de ciudades compactas en la megalópolis nipona, constituye una ventaja comparativa con las denominadas ciudades difusas. Se trata pues, de un modelo que permite concebir un aumento de la complejidad de sus partes internas que es la base para obtener una vida social cohesionada y una plataforma económica competitiva, al mismo tiempo que se ahorra suelo (aunque como ya vimos, el hecho del elevado porcentaje de territorio nipón montañoso condiciona la concentración espacial)  , energía y recursos materiales, a la vez que se preservan en mayor medida que en otros modelos los sistemas agrícolas y naturales (Salvador Rueda, 1996).

Conclusiones

¿Cómo se construye una megalópolis tan bien organizada como en el caso japonés?. Creo que es una pregunta con múltiples respuestas. En primer lugar, destacaría la fuerza e inteligencia que el pueblo japonés demostró para salir de una situación tan desfavorable tras el final de la segunda guerra mundial. Antes de que Japón formara parte de las llamadas fuerzas del eje junto con la Alemania Nazi, Italia y otros, el país sufría un claro desequilibrio entre el nivel tecnológico adquirido y las costumbres populares. Esto quedaba bien plasmado en su sistema político, el cual, a pesar de denominarse democracia parlamentaria era dirigido por ministros de guerra y marina. Así, de las 29 personas que recibieron el cargo de Primer Ministro durante el periodo 1885 - 1945, 15 eran almirantes o generales retirados o en activo (durante el periodo 1932 - 1945 fueron 8 de 11). De esta manera, una vez firmada la paz con el Instrumento Japonés de Rendición y tras más de 2 millones de muertos, los japoneses conservan una base tecnológica importante y una fuerza de trabajo no menos sorprendente, que les ayudará en el futuro inmediatamente posterior (la posguerra) a tener un crecimiento urbanístico, demográfico y económico digno de mención.

En segundo lugar, y muy relacionado con el aspecto tecnológico tenemos que la aparición de la megalópolis se correlaciona con la aparición del Shinkansen. Después de la derrota de Japón en 1945, los trenes de alta velocidad fueron olvidados durante algunos años. Sin embargo, a mediados de los 50, la línea principal de Tōkaidō Shinkansen ya estaba operando al pleno de su capacidad, y el Ministerio de los Ferrocarriles decidió reabrir el Proyecto Shinkansen. La aprobación gubernamental llegó en 1958, y la construcción del primer tramo de la Tōkaidō Shinkansen entre Tokio y Osaka se inició en 1959. Gran parte de la construcción fue financiada con un préstamo de 80 millones de dólares del Banco Mundial. En 1962 se abre en Odawara un trozo de línea de pruebas de material circulante, hoy parte de la línea principal. Con un territorio insular fragmentado en tres islas principales, los japoneses han conseguido conectar con líneas  de alta velocidad un paisaje montañoso en su mayoría (mapa 6), logrando así la integración de casi la totalidad del país al sistema urbano.

Los japoneses desde hace más de un siglo han demostrado su capacidad para superar las barreras que los condicionantes naturales ponen a la hora de construir una ciudad: edificios preparados para soportar seísmos a gran escala, los trenes de alta velocidad más seguros y veloces del mundo, y de las cosas que quizás más llaman la atención, el espacio ganado al mar (mapa 7). Año tras año las ciudades con mayores densidades idean y planifican nuevas infraestructuras que roban al ambiente marino un espacio que de momento los japoneses han sabido controlar.

Así , la megalópolis en Japón, no es sólo indicativo de una conurbación entre las ciudades más significativas del país, sino el símbolo de una sociedad que de la mano de la fuerza tecnológica y laboral, ha podido construir un sistema urbano sólido, bien estructurado y comunicado (altamente relacionado externa e internamente), conservando al mismo tiempo los recursos naturales y consiguiendo un equilibrio en general en cuanto a los aspectos económicos, sociales y culturales se refiere.
  




Bibliografía





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Páginas web

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Geo Critica. Scripta Nova. Revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Miradas a otros espacios urbanos : Las ciudades intermedias_ http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-165.htm
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United Nations Statistic Division_ http://unstats.un.org/unsd/demographic/default.htm
World Urbanization Prospects The 2005 Revision Population Database_ http://esa.un.org/unup/p2k0data.asp
Shinkansen_ http://www.todotren.com.ar/trenes/bala.htm
Trenes de alta velocidad_ http://www.japaneselifestyle.com.au/travel/shinkansen_map.htm
National Governors' Association Website_ http://www.nga.gr.jp/english/index.html
Wikipedia_ http://es.wikipedia.org/wiki/Portada

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